domingo, septiembre 17, 2006

Hola a todos. Este blog está dedicado al libro EN LA ORILLA. Para leer otra cosa hace click en AFORISMOS o en MUSAS EXTRAVIADAS mas abajo a la izquierda. Otra opción es no leer nada, o estornudar y mojar la pantalla o salir a los bosques en busca de la médula de la vida.

jueves, agosto 31, 2006

EN LA ORILLA
(2002/2003)
Máximo Ballester
Libro completo.


Bienvenido. Clickeando en los archivos y en los posts recientes se puede leer el libro entero desde la introducción hasta el capítulo XVI. Al pie de cada capítulo se pueden dejar comentarios.

En la orilla XVI

145

Hoy ha pasado tu perfume de tilos suburbanos. Y yo tan real, tan aquí, presente, lejos de ese mundo de delicadas corolas, tan materia, tan actual, asistiendo de mortaja a tu universo carnal, bullente, a tus posibles metamorfosis. Hoy pasaron tilos soltados y regué el aire de ojos. Hoy pasaste por aquí, sembradora.


146

Entredormido, he visto a mi mano izquierda extendida acariciando un contorno, un contorno, un contorno…


147

Vos o fuego que desfuega; penas crujidoras en linda brisa. Me quedo encendido. Es a tu última llamita que me abrazo.


148

Sol digo y sol no basta. Sin otra iluminación apago este mundo. Dentro de mí, el mundo respiraba como tus manos.


149

El que soy en mí y el que yo era en vos. El que soy ahora habla en sus entrañas con el que era en vos. En un silencio lleno de aspas y cansadas cadenas, se produce el diálogo entre un moribundo y un muerto.


150

Hoy vi que un barco no pasaba nunca…


151

Al pie del muro, bajo los árboles distraídos en los colores del ocaso, soy dos, recordando.




EN LA ORILLA (2002/2003) Máximo Ballester

miércoles, agosto 30, 2006

En la orilla XV

136

Mano que se asfixia en el intento de asir granos de arena. Arena que come el viento. Viento que me fuma la cara, el cuello, los hombros. Las nubes pasan como horas que alguien recuerda.


137

Saltar hacia el vientre de la madre y de ahí a la nada total. Única justificación para la existencia de una máquina del tiempo.


138

Sol que no sale, sol que no se difunde, sol que no escribe. Sol con pánico a la noche en blanco.


139

Ser en la oscuridad, en la aparente nada, el que se pregunta si esta es la versión definitiva del mundo.


140

Poema, dos piedras, musgo, salitre, versos de arena, una pluma de plumero, poema caracol violáceo, espuma cegante, un tren de hormigas mineras, sombra de ave, poema desolación, des-sol, des-ola, de sola solación, poema orilla, guano, caparazón de la suerte, madero de navío, perro que lame el mar con pezuñas de anzuelo, poema sobrevolando tus pechos de altamar, tus pechos de las diez de la mañana. Poema que se hunde en el sol con salvavidas de tu piel… Dame la mano. Ahora dámela.


141

Donde hice nido brota la devastación. He sido llamado a sobrevivir toda la vida, a ser, nada más, arquitecto de mi sombra.


142

Suprimirse en medio de un perro hasta ser ese perro. O ser solamente –oh destino: polvo de huesos- arena que construya su castillo en el viento.


143

En este minuto mío pierdo el cielo, el paraíso, la salvación, el infierno. Pierdo la otra vida, la reencarnación, el purgatorio y todos los ángeles. Pierdo una a una todas las religiones. Pierdo a Dios y a Satanás. Pierdo mi única posibilidad de ser nada. Y pierdo este minuto mío. Y además no gano, nada gano. Pero no pierdo para ganar. Y además no pierdo nada.


144

Y sos agua de la que no podré secarme nunca.

domingo, agosto 27, 2006

En la orilla XIV

127

El mar se oye como una pregunta. La mañana es clara como si en ella se reflejara otra más bella y alta. Parado en arenas de clepsidra, agoto mi tiempo. Más allá de tu ausencia, siento que es tu vestido alegre el que no ha venido a verme.


128

Gané este centímetro de sonido, logré ese hecho que es la palabra, difundí el rumor de mi propio latido -acaso esperando un eco- sin saber que no hay victoria sobre la nada.


129

No, no se equivocó esta paloma: ir bello a la belleza, tomar la forma de lo que se ama.


130

Despliego la hoja delicadamente. Releo el poema con amorosa esperanza; como si lo hubiese escrito yo mucho tiempo después de mi muerte.


131

La sensación de haber rasgado todas las verdades hasta la última mentira. La sensación nada más, sólo eso. La mentira se emperifolla, se viste de fiesta, la verdad es una fiesta a la que no hemos sido invitados.


132

Comer crepúsculo. Sentarse a un lado del silencio. Oír las nubes, cómo levantan sus faldas cuando pasan frente al sol. Pasar el día sin decir palabra –mi rostro ausente entre las manos-. Hasta que algo me arranque un sonido, un pulso en otra escala, una letra H en la respiración. Algo que ya no pueda decir con los ojos y rompa el NO. Obligado a verme de espaldas. Cierta crispación. En esa veta.


133

Soy algo en la borra del día. Algo provisorio y distante. Asisto mudo a las cortinas de la lluvia, a la histeria de los compases del mar. Ni una palabra en los médanos, ni un silbo de sábana en mis labios. Quiero pájaros en la boca. ¡Ahora los quiero!


134

El mundo es terrible y el poema que no puedo hacer lo empeora. Más aún: el mundo es terrible porque no puedo hacer el poema.


135

Sobrevivís en mí: delicada, frágil, como una especie en extinción.

miércoles, agosto 23, 2006

En la orilla XIII

117

¿Anochece en tu blanco país sin noticias? ¿Qué cosa es tu mesa, servida a qué, qué tu mantel? Si la brisa trajera el sabor o el aroma de tus labores de ayer, si tan sólo una señal o paloma, una vaga nube extranjera de la que yo dijera mía…


118

Me subdivido en la lluvia, asciendo por las nervaduras de las hojas, me sucede una rosa de viento en medio del amor furtivo, me ensancho en nulas metamorfosis, soy catástrofe de la sangre aulladora. Las cosas me nombran; todas las cosas que soy. Pero ¿a quién nombran cuando me nombran?... Concurrir a zonas ambiguas ya en tercera persona.


119

¿Somos sueño de un dios?... Creer que el que me sueña no te sueña a mi lado porque no te conoce o por haberte olvidado o por un capricho del inconsciente o, simplemente, por una cuestión de estilo.


120

En mi llanto no caben lágrimas. La angustia y el sopor rompen filas, agitan pañuelos irascibles, ríen en rincones de buhardilla. La tristeza es un punto cardinal mudable, tiene el rostro feliz de una margarita a punto de estallar en una trinchera. No, no tengo lugar para lágrimas, en general para nada que caiga sino yo. No hay una sola nariz húmeda, plañidera, no hay una nube pasajera preñada que sea capaz de corromperme el llanto. Cuando lloro nada llueve, nadie cae, nunca nadie moja nada.


121

Otra vez la luna caída en un responso. Ando con esta ceguera de no verte. Siento que ya me fui, que le robo una fecha a la muerte, que soy memoria del olvido, que dejo una espalda de telón donde debí soltar un pañuelo. Siento que soy sombra de mi sombra.


122

Me suicido en una ola, en una blanca ala de espuma. Oscilo. Toco los llamadores de las puertas de la nada.


123

La poesía es algo que cae. ¿Y yo qué? Yo caigo de vos, no de mí. De mí caeré mañana, cuando tenga suelo. Por ahora sigo cayendo de vos, todavía no doy con tierra firme.


124

Me quitaría la cabeza del sombrero, las manos de las mangas, los pies de los zapatos. Sería la parodia de mi sombra.


125

A veces pienso que diga lo que diga, piense lo que piense, haga lo que haga –ya respire, ya escriba, ya camine-, es otra forma de decir que te amo.


126

Vos en una orilla, yo en otra: soy el que espera que se unan los continentes.

lunes, agosto 21, 2006

En la orilla XII

106

Todavía ando con los restos que aprendí. La certeza de la no certeza es menos saludable que la duda. Pero adónde voy disperso, nómada en círculos concéntricos, de la mano de fantasmas que ya eran mancos de antemano.


107

¿Viajás mía por la sideral, la inmensurable? ¿Mía patria sola, pólvora de besos caídos a los pies de tu mirada: la sin palabra? ¿Alas o globo que va dejando lastre en su peregrinación celeste? ¿Mío país tu vientre? ¿Cuándo digo mío ya nada me pertenece?


108

Desnuda.


109

No saldrá de este mar vaca o nautilus o monstruo bicéfalo o mujer desnuda con las tetas del día, por más que mire y mire las olas. No veré Atlantis, Neptuno o Poseidón, y nunca más una sirena.


110

Gaviota, cirro, merluza, escarabajo, gorrión, cangrejo, almeja, mosca, caracol pasan sin saludar; cada cual sumergido en sus cuestiones. Misántropos.


111

De pronto piso la playa antediluviana. Ruido de mis huesos acorde a la circunstancia. Huellas incunables, acólitas moscas en antiguas alas de baño. Sucede lo pasado. Juego a no saberte. Callan los tambores de tu nombre… Creo que soy, por un momento, el que espera lo que no sabe qué espera.


112

Nada por decir, por escribir. Abulia frente a las comas, ante la picazón de espalda, horizontalidad de lombriz, cabeza dentro de un pozo. Todo en no, en nada; anticipos o fetas de muerte. Las alas a los lados de ese caballo, invisibles, fatalmente ausentes. La ventana que hice donde no había casa… Y descubrir que la bolsita que me golpeó la cara, inflada por el viento, ya no tiene su paracaidista.


113

Cielo gris, oscuro, oscuro. Nubes largas delineadas en áspera carbonilla. Mar negro, arena pálida. En gris, en negro y blanco, todo el día frente a mi rostro de aguatinta.


114

De algún modo soy el hombre del dibujo que dibujé de niño. De algún modo soy el niño que dibujaba.


115

El nocturno urde sus piezas desparejas. Soledades arma. Me unce a mis recuerdos hasta que grite. Y en ese desgarramiento quien no sea yo verdaderamente morirá en su cáscara, se lo comerá el tiempo invariablemente.


116

Pinto un ataúd vivo para mi corazón ligero. Mi corazón: oruga que se comió la mariposa que iba a ser.

domingo, agosto 20, 2006

En la orilla XI

97

El pajarito siete mil veces citado no tiene alas. ¿Dice nunca más? ¿Pesa como adjetivo de óleo? ¿Es suficiente poesía si cae? ¿Ya no es pájaro, ni nada? ¿Sólo es la palabra pájaro? ¿Es?


98

Mi ignorancia es una enorme biblioteca llena de pájaros.


99

Quemo el dibujo de tu cuerpo rojo tendido en penumbras. Ahora tu cuerpo tiene la forma del incienso.


100

Y si digo mañana digo demasiado; o este viento. He aquí la sombra sin cuerpo, el hueco por donde caen mis palabras. Echo arena a fantasmas usureros que me calculan el costado. Precio de estar vivo.


101

Un fuego a tientas sube desde antes. Es muy animal esa voz con preguntitas de cebolla. Miro en mí, nada ha cambiado. Atravieso los vaivenes de las telas de la pena, las espumas del marasmo. ¿Quién?, dice la voz, muy animal en su dulce desgarro. ¿Quién?, pregunta como niño, trabajándome el pecho con cincel de la esperanza.


102

De espaldas a los presagios, al horóscopo chino, a las monedas que caen de canto, al pronóstico del tiempo, a los pálpitos, a los tréboles de cuatro hojas, a los gatos negros y también a los dolores de espalda.


103

En la confesión soy un niño turbio. Nada menos inocente que la confesión de un hombre siendo un niño turbio. Camino entre la malograda flor que digo y la improbable semilla que callo.


104

Contra sueño roto no se puede. Inútil juntar los pedazos, los adverbios de tiempo, los rostros lentos. No se pueden unir con acetato los cuadritos del sueño. En un sueño reparado cuajarían los silencios, los velos, la sorpresa se transformaría en cita remanida, el azar sería un pájaro de plástico, todas las imágenes prescribirían, las palabras se impostarían coherentes, los rostros, los ojos, los besos...


105

Incienso de papelitos quemados en la orilla. Ofrenda para musas, humo de mi voz. Vos, ese verbo, lo que mitiga etéreamente. Durás en gris menos que una palabra húmeda en el aire. Respiro eso. Te respiro.

En la orilla X

86

Olas de tetas infatigables con haces de zafiro que cuelan el sol matutino. El mar es un dolor perpetuo: destruyendo se construye con la fuerza del miedo de los héroes. Tetas altas, arrolladoras; puntillas de sal, espumas nupciales. Mar entraña de qué monstruo. Ojo del planeta, brioso, perdido en sí, en sus criaturas azules. El mar… En su movimiento de sangre vital, en su condena sísifa, en su tumba vive.


87

Dice palabras la lluvia. Se oyen sílabas caer por la gran boca del cielo. Quisiera juntarlas una a una, ponerle un paraguas al silencio.


88

El que yo era me niega en sueños. En la realidad, frente al espejo, se queda aterido del lado del azogue.


89

Sentarme a escribir el poema intentando matar a esa voz que dice cada vez: ¡Insistes en el error!


90

Sílabas de tu nombre, criaturas que buscan su nido, su estar, que habitan su centímetro ganado a la muerte. Ilusión tonta de que venís en una agua, en una evanescencia, detrás , después. Pero después tu nombre es palabra quieta, en ascuas; dormida y promisoria como una guitarra en la mañana.


91

Qué busco, dice el escarabajito. Busco buscar, eso busca, eso dice el escarabajito.


92

La lluvia bate su primicia. Tengo tantas soledades que me puedo sentir acompañado. El agua que yo caigo es honda hasta no hacer pie. Inagotable caigo; me oigo freír en las manos. En el fondo soy un charco de patio donde se refleja verde un techo de parra.


93

Quien es medianoche repta claro en su lodazal asignado; cuaja en penumbra y en las hojas del invierno. Es fauna, todo fauna, la terrestre, la cósmica… Todo es observado deliberadamente. Todo el tiempo pasan ojos por aquí; me veo mirado. Cuando salgo a ver las estrellas ya no me importan las estrellas. Soy parte de esa fauna. Me rasco una oreja para pensar, exudo palabras espiraladas, de arena. Repto por sombras que antes no sabía que tenía.


94

Costumbre del ser aventurando el sino, descifrando el dolor, las cicatrices. La dulce pincelada que ponemos en el rostro de los muertos. La secreta hora en que me quedo en vos, haciendo papelitos, para no regresar a hoy.


95

En soledad, en sudor, en semen, en sopor, en sangre calma te celebro. Abro los ojos y no enciendo, me quedo en aguas muertas y callo. Callo como de una boca en otro lado. Será otro, otra cosa lo que hable por mi.


96

Ser en la noche el que ovilla el viento. Ser en la noche el que deshoja las palabras.

viernes, agosto 18, 2006

En la orilla IX

76

Musa, dulce veneno, divina impostora, me mostrás tus velos infinitos, me llenás de ojos para que no vea sino tus relámpagos azules, me llamás de urgencia a las dos de la mañana. Y de golpe, me veo oyendo lo que no es, y ya estoy otra vez pendiendo de un hilo en el borde de un nuevo abismo.


77

En la orilla, a mis pies, caen cenitales, puros, pétalos de mujer que se escaparon de las fauces del olvido.


78

El mar limpia su vereda como una buena vecina a las seis de la mañana. Barre mis huellas y se pregunta quién anduvo por aquí. El mar no deja rastros. Lo que escriben mis pies en nada se parece a mi camino. Lo que queda en la arena son restos de un otoño, de un hombre de un otoño.


79

Agujero por donde fluye un esbozo de luz. Los alguaciles anuncian que se va a llorar con ventana, con un codo muerto apoyado en un marco, una mano triste, blanda ocultando los ojos. Agujero hondo como la palabra país. Me duele como un fuelle en la mitad.


80

Aguas no ser. Hordas de silencio no ser. Maremotos suaves, huracanes vos y atardecer vos. Vos no ser. Aire en el aire. Aguas del sopor con vetas iridiscentes. Sonido de otro lado, de otro día exhalado en este instante por el vos anochecer. Pasa una gaviota real real y lo rompe todo. Todo.


81

Buena es la sombra que miente tu cuerpo. Siento que voy y que voy, que dejo un ancla que no es un ancla. El sueño es hondo como tu voz detrás de un muro. Después tu voz es clara como detrás de mí. Después no sueño nada. Y en un papel bailado por el viento, dejo constancia de la vez que un hombre fue barco, y de un sueño así, de cuyo despertar conservo el ruido de los párpados.


82

Tierra en las uñas. Sagrada labor de enterrar el poema muerto al nacer. Pobrecito, pobrecito, dicen las hormigas. Restos de palabras inhumados dentro de una hojita de alcaucil.


83

Bolero a las tres de la mañana: en los labios/ de la copa/ el vino inventa/ la fruta de tu boca.


84

Mientras náusea, espumas llegan a la orilla, crece lo incierto desde su brote. Cualquier germen lo socava, cualquier germen lo estimula.


85

Lloré mi propia ausencia crudo en el pavor. Se me avergonzó una sombra también.

martes, agosto 15, 2006

En la orilla VIII

65

¿Pez muerto de amor en la orilla? ¿Anzuelo de la pasión clavado en el centro? ¿Habrá dejado carta? ¿Habrá llorado bajo el agua con grandes ojos peces de amor? ¿Habrá llorado todo este mar?


66

Pintura inacabada, casi bosquejo. El sol baja como ciempiés aplastado; cae en una vereda de invierno con ternura de ciempiesa. Pintura a la que le pasa el tiempo sin mancha nueva. No tiene mujer todavía. El lugar donde pondré tus pechos ya es un niño dormido.


67

Tal vez andaba allí la luna, en su garbo, jugándose el futuro a los dados con estrellas muertas. Cayó una estrella y la noche dijo: ya está hecho el poema. Entonces no pedí un deseo, ninguno. Fue luego que, trazando un surco imaginario en el cielo, pedí desear un deseo.


68

Mujer trazando círculos con los pies. Dedos entre líquenes oprimiendo la arena lamida. O sino también: mujer difundida desde aureolas, con los pies nada menos que desnudos, tejiendo lentos sombreros en la arena.


69

Bajo el tacto de tu mirada, el frenesí de las piedras: ¡ah, correr por sus escabrosas venas!


70

En la tela de la lluvia, la gracia de un arco iris –pintado de un plumazo- cohíbe, y finalmente aborta, lo que el sol iba a decir.


71

Dos cangrejos copulando y el amor es un ruido. Lentas castañuelas flamencas, percusión de pinzas y armaduras y el amor es crocante. Él vestido de torero, un rictus habitual y los ojos como botones de camisa. Ella sonríe, como una piedra sonríe.


72

Fascinación de esa mujer por el pincel, porque la toque una luz acuosa desganada en el chorrear, que la realce. Loca porque le pinte un domingo con té en su desnudez, ropitas Perlongher en la masmédula girondiana, piezas así, rubores o calamar, cierta timidez bivalva, candor o hipocampos dulces en la piel, zonas de alargadas sombras en contraste, pechos claros del buen día… Gracia en la tela, mujer que pide su ser, ser que reclama su paradero, su primer plano en el cuadro, alma que se está por ver.


73

Bajándose decorosamente de la palabra que la nombraba.


74

Tortuga en su nivel de espera, en su puerto de silencio. Diente del tiempo, camina como piensa. Rumia las horas; las come para que nada pase.


75

Lo que golpea sin renuncia, la imagen frecuente, el sueño, otras porfías. Lo que fuera, lo que ya no es de alguna manera. Lo que se cuela entre las olas y los remos de ese hombre: la última gota de agua dulce que por capricho troca en esperanza. El que a la luz va por revelación y se queda torvo, demudado, con las cadenas bajas del recuerdo. Lo que golpea sin renuncia. La mosca contra el vidrio, yo contra el poema.

domingo, agosto 13, 2006

En la orilla VII

55

La que era viva fragua evapora todo lo que le quedaba de sol. Concluyen los pañuelitos de tu despedida, todos mis corazones concluyen. ¿En que luz andarán tus pechos asombrados? Ventanitas de la mañana que abrían su par en par.


56

¿Y ese faro, y esa luz? Por qué no ser ese faro, esa luz. Proyectarse en un reguero calmo, extenderse hacia el horizonte, profanar el crepúsculo.


57

Estrella de mar desalojada aferrándose al cielo de la arena. El mar le baldea el sueño, la esperanza. Pronto brillará con su muerte de inquilina. Una constelación de piedritas caracolas entonara un réquiem de bienvenida.


58

¿A qué conduce tanto mar, tanta noche? ¿Qué es esta hondura que doblega las voces del abrazo? Huérfano de sol, me diluyo por soledades. ¿Quién puede medir nudos de ausencia, trepar tanta noche, tanto mar.


59

Después, lo de siempre, hago tu rostro en lugares imposibles. Miedo a que no estés, o yo, miedo a que una línea ligera de tu boca troque en un gesto de ala, mienta, me sople las manos.


60

¿Quién dice, hoy, la noche estrellada, el alma abierta?... El poema que nace ahora ha muerto cien veces primero.


61

Juntar papelitos, darles alas de arroz, soplarles un pulmón a cada cual, verlos caer como promesas. Viento que no lee, cielo que no llega, poesía que no es.


62

Palabra que cayó por su propio peso y horadó el silencio entre dos miradas. Agujero hondo, amplio, donde no cabía una palabra.


63

Te tiendo emboscadas terribles, dulces, con palabras de sol, con perros dibujados en la arena. Perros acostados con hambre de vos, que aúllan en mi nombre, se rascan la perra ausencia, soplan globitos de historieta con socorros de mi corazón.


64

Orinar entre palomas que sumergieron su hambre en un puñado de migas de pan. Vaciar el macho en ese chorrito, ser agua en el sonido del agua, ausentarse hasta del tacto del dedo índice y el pulgar direccionales. Derrumbarse en la belleza de esas viejitas encorvadas, de alas vivaces, con canastas de mano. Enmudecer. Quedarse en blanco. Ya sin piel para aire, ya sin carne. Sentirse de más como hombre, como género.

lunes, agosto 07, 2006

En la orilla VI

44

Efímera, también surcás espuma de papelitos, hilos o filigrana que llamo versos. Tu nombre se me sienta en las cuerdas vocales, las vocales se me tensan, las cuerdas, la espuma, la voz… Si fueras una canción te llamarías mundo.


45

Enhorabuena su bretel negro caído como una noche golpeando sobre el fantasma de su voz.


46

Llueve. Pero no es otra cosa que agua. Ando soltero de las cosas. Con la alegría hice un paraguas, con la esperanza una gran piedra blanca. Habrá que tallarla despacito, ponerle alma. Ya adivino la forma que tendrá.


47

Absorto en un caparazón de molusco. El caparazón se abstrae del oleaje que intenta repararle el bichito ausente. Hay piedritas de novedad en esas olas habladoras. Así, tu no estar es un bichito ausente. Yo caparazono.


48

Vengo del país de tus ojos. Lejos de vos, seré un extranjero en cualquier parte.


49

En un mar de brazos tendidos a tu lado, los ciclos de la luna papiraban, nubecitas de leche cortada consumían su minuto de fama. A tu lado, la noche, bajo tus lados, la arena. Y en un poema reescrito veintiocho veces yo luchaba por permanecer a tu lado.


50

Llama que suelta fugas, enciende palabras ya con ropitas propias, me fuega en rededor, me baila, desprende siluetas de humo claro… Juegan en la noche falsas estrellas: suspiran, vagan, insectan, caen al mar con más vida. Yo hago pájaro en un lugar, divago tejidos, constelo, me esparzo en inestables formas sin nombre.


51

En respiración presente –ante el menor esfuerzo de la voz, los ojos, ante un gesto involuntario que se reconoce como repetido-, sentir que uno se ha plagiado.


52

Un hombre solo, vastísima región de voces y cencerros, suma fresca de pasiones, acopiadas cifras del dolor, compendio de cosas o memoria, completamente solo. Solo de una soledad que cierra las cortinas, los párpados, que pone los ojos para adentro, que junta las manos sobre los leños encendidos, que deja la cama sin tender. Solo, con la foto de una mujer querida. La voz de esa mujer en el callar de la noche, su callar en la voz abismal de la penumbra.


53

Pongo una orilla a mis pies. Contemplo, me contemplo. Soy doblemente principio.


54

La vez que te saliste de la foto y quedo un paisaje desabrido en el papel. Cuando te corriste hacia los márgenes para ser luz otra.

domingo, agosto 06, 2006

En la orilla V

34

Y tus piernas eran más largas que el día sin tus piernas. Y yo era cursi, como ahora. Me calzaba en las palabras una flor de un rojo carmesí como en los boleros. Tiritaba ante la proximidad de tus pasos. Regurgitaba aplausos del perfume de tu piel como si me hubiese tragado un violín, o dos, una comparsa de maripositas o qué. Y después tus piernas eran largas como la noche sin vos.


35

Tus pechos: barquitos dulcísimos que miraban con recelo el puerto desierto de mis manos.


36

La canción de esta mañana debió tener dos firmes alas, pero cayó como un ancla en un bazar. Partía hacia el otro lado del mar cuando se instaló mansamente en la orilla, confundida con el rumor de los caracoles muertos.


37

Entro en la noche del sueño y el sueño de la noche se me llena de caballos. Entran caballos rayados de luna. Todo se pisa, se rompe, y todo es caballo. Un barco caballo, una acacia de llovido caballo, libros con caballos, mi camisa negra y un pincel caballo. A paso de caballo se rompen las etapas. Roto el sueño, yo roto. Los caballos rotan.


38

Ese cansancio al levantarme como si hubiera dormido apurado.


39

Estoy alegre, bailo una mujer. Antorcha en la orilla bajo la noche mía. Bailo una mujer alegre. Sal en el viento, cielo del callar sobre mi cabeza de fuego. Toco el aire cálido de vientre de perro. Llego hasta manzanas que riegan. Perfumes de tu voz bajan en serpentinas verdes. Todo baila, todo baila sin una gota de música. Sólo yo, conmigo, solo en una sola espuma, atravesado a dentelladas por una mujer que no acabará de hallar su forma definitiva.


40

Pasa. Deja un pentagrama, un soplo de cuchillas, un golpe seco de galeón peleando el aire. Pasa en sus asuntos, hacia el cielo, hacia dónde… Pasa rasando, proyecta un fuselaje negro en el agua y me olvida.


41

Pechumbre. Centro aluvial. Lloverá con iras rojas tu bondad mal paga. Tu voz es aquelarre. Habrá que maldecir lo que no duele por nacer. Te das de vientre contra las paredes, te parecés al hijo que no fue.


42

Poema quemado para que diga su gran mentira. Último humo pariendo su música vedada. Poema elegíaco de siete metáforas torpes que da inesperados pájaros inundados de fuego.


43

Empozada en el callar como brasa exánime, abrumada, el mínimo piar te aviva.

jueves, agosto 03, 2006

En la orilla IV

25

Caminar la orilla efímero, salvaje, sin perplejidad, sin apuro. En mi sombra va la muerte. Toda sombra, cualquier sombra tiene forma de la muerte.


26

Ennegrecerse escribiendo chimeneas, moscas de fieltro, músicos, hormigas negras, ovejas negras, abismos, corcheas de ébano, pezuñas bravas, noches sin luna. El carbón lacio cede ante el alumbramiento del promisorio diamante, el brillo da en musa embriagada, desnuda como almeja. Poquito a poco, ella va apagando las oscuridades con su luz de la mañana que vendrá.


27

Es largo el peregrinar de esas piedras. Partieron desde temprano y aún no han llegado a la noche.


28

En un mismo delirio, en completa sintonía: esa nuez, mi cerebro.


29

Rocas muertas del faro. Luz muerta del faro. Como mascarón, de pie resiste los embates. El que diera luz se inventa una paloma verde contra la soledad.


30

Entre isla muy tuya e isla mía fracasan astros obstinados. Ellos encienden su misericordia en el invierno áspero. Hago la soledad en ropas apretadas. En el humo de la taza de café hay más espera que un país. Animal con miedo, me agarro de la taza fuertemente para no caerme al vacío.


31

Sos misterio que mata la luz. Y yo camino esa medianía en que cara o cruz da en moneda que aloja el aire. Salgo a los contornos. Digo palabras que no digo. Misterio… Desconfío de lo que no toca tu alma. ¿Qué es no verte? Vamos a ver cuando me ponga los ojos, los de ver de lejos, los de verde, los de ver dentro. Mientras tanto, sombra es lugar de la posible plantita.


32

No el silencio: el callar de las cosas. Momento supremo. La sensación de que si hablo lo dicho puede quedar escrito en el aire.


33

Bendito histrionismo de las manos. Alucinación momentánea al descubrir una tercera mano, la tuya, en el solitario juego de las sombras chinas.